Al concluir este hermoso día, elevo mi corazón en gratitud hacia San Judas, protector de las causas difíciles y desesperadas.
En este momento de reflexión, agradezco por la luz que iluminó cada paso de este día, por las oportunidades que se presentaron y por los desafíos que fortalecieron mi espíritu.
San Judas, patrón de las causas imposibles, te doy gracias por tu intercesión en los momentos en que me sentí perdido y desesperado.
Has sido mi guía constante, brindándome esperanza cuando las sombras amenazaban con apagar la luz de mi camino. Hoy, al cerrar los ojos y recapitular las bendiciones recibidas, reconozco tu presencia constante, acompañándome en cada paso de esta jornada.
Te agradezco, San Judas, por tu bondad infinita y por tu disposición a escuchar mis súplicas. En este día que llega a su fin, pongo en tus manos mis alegrías y logros, así como mis preocupaciones y desafíos. Confío en tu intercesión poderosa y en tu capacidad para abrir puertas que parecían cerradas.
Que tu bendición, San Judas, continúe guiándome en la oscuridad, brindándome fuerza en la debilidad y renovando mi fe en cada amanecer. Con humildad, reconozco tu generosidad y te suplico que sigas velando por mis seres queridos y por mí.
En este acto de agradecimiento, me despido de este día con el corazón lleno de gratitud, confiando en que tu protección me acompañará en las horas de descanso. Amén.